Todos recordamos el 10 y el 11 de julio de 2012. Creo que a pocas
personas de las que lean esto, se les olvidará esa noche y ese día: en
aquellos momentos fue una auténtica emoción y una llama de esperanza en
un mar de tinieblas liberales, ver cómo los mineros eran arropados y
apoyados por miles y miles de obreros y trabajadores que,
solidariamente, reconocían en los mineros a una vanguardia de lucha, a
un espejo en el que mirarse y del que tomar ejemplo.
Hombres y mujeres derramabamos lágrimas. Y no era por una nueva muerte en un desahucio, no. No era por un nuevo ERE en una empresa cualquiera. No era de impotencia al ver que el PP se lleva el dinero mientras miles de familias están desgarradas en la pobreza y desamparadas. ¡NO! Era de una incontestable emoción de ver a quienes se habían transormado, poco más, que en dioses laicos dignos de nuestra admiración y respeto. Cada uno de nosotros, desde Alicante hasta Granada, desde Barcelona a Gipuzkoa, desde Madrid a Lugo, desde Sevilla a Tenerife, parecíamos querer una solución digna y decente para aquella cuenca minera. Nuestra vida no iba a cambiar en exceso, pero comprendíamos humanamente que ellos nos habían tocado el alma y el corazón, dandonos una inconmensurable fuerza para pelear en el resto de sectores. Y lo hicieron: la marea blanca en Sanidad, las protestas de funcionarios y trabajadores de empresas privadas, el movimiento contra los desahucios en todo el Estado e incluso la Huelga General, el 25-S o la manifestación del 11 de septiembre, llevaban en su aire pequeñas partículas de carbón asturleonés y aragonés. Llevaban en sus entrañas un espíritu de solidaridad de clase obrera, de conciencia de clase y de una fuerte resistencia a la resignación.
Quien escribe estas líneas, sin ser minero, tuvo el honor de participar en la Marcha Minera (hay varios escritos sobre el tema). También llegó la empatía a tal punto de conseguir pasar seis horas en una mina y conocer de primera mano las condiciones de trabajo de esos "héroes anónimos", sobre las que se miente interesadamente desde muchos ámbitos. Y la verdad es que haber entrado por las galerías, hasta bajar a la segunda planta, por esos pasadizos oscuros e incómodos, con un fuerte olor a metal y a humedad; bajar por la rampla, e incluso picando y tirando carbón a la cinta (acabé agotado en poco tiempo) o acabar harto de estar 40 minutos para bajar una rampla... A pesar de ser un profesor de metro sesenta y algo, más frágil que una capa de carbón.... esas seis horas no me permitieron conocer ni de lejos la verdadera dureza a la que se enfrentan los trabajadores de la minería. Pero sí entenderles y comprender un poco mejor cómo es su día a día.
La mina es muerte, pero también es vida. Y las condiciones de trabajo son duras, durísimas. Si yo acabé agotado de algo que era poco menos que una visita turística o periodística, figuraos cómo tiene que ser el día a día para ellos y ellas (también hay mujeres mineras dignas y valientes: Ana, va por ti)
Pero la verdadera muerte y exterminio les esta llegando a ellos y a sus hijos y familias, así como a toda la cuenca minera, de la mano del Gobierno y los empresarios mineros, a veces sin una contundente respuesta ante el shock que llevan padeciendo desde principios de 2012.
Han pasado los meses y el goteo de despidos y puñaladas gubernamentales y empresariales ha sido monstruoso y, quizá lo más indignante, silenciado convenientemente por todos los medios fuera de León, Asturias y Aragón.
Después de la huelga de UMINSA, en la que trataron de expedientar a dos comités de huelga, a los mineros les están lloviendo palos por todos lados: En la Hullera Vasco Leonesa llevan dos meses sin cobrar y se está planteando un ERE al 90% de la plantilla. En Aragón se han encerrado cinco mineros hasta el día de hoy ante la posibilidad de que, debido a la rebaja del porcentaje de las eléctricas a comprar carbón nacional, la cuenca aragonesa acabase en la UCI económica, batalla que, de momento, consiguieron ganar. Cientos de trabajadores de las subcontratas mineras tanto en la Hullera Vasco Leonesa como en las Empresas de Vitorino Alonso han sido despedidos.
Y en las empresas del cacique Vitorino Alonso, auténtico empresario déspota y decimonónico, la situación es mucho peor: Despidos de subcontratados, Expedientes de Regulación de Empleo planteados tanto en UMINSA y CMC. Y a los que tienen la suerte de trabajar, por decirlo de alguna manera, se les adeudan hasta TRES NÓMINAS, con lo que la extenuación y la desesperación es total en la Cuenca Minera tanto del Bierzo como de Laciana. Se está llegando a la desoladora situación de empresas familiares que cierran ante la falta de clientes y mineros que están necesitando de la ayuda de otros para poder llevar la comida a sus familias.
Por eso, muchos no entendemos qué está pasando en las cuencas, salvo la esperanzadora llama de protesta que hubo en Mequinenza y los piquetes mineros leoneses que están parando a los camiones con carbón importado que llega desde el extranjero. ¿De verdad los mineros se han dejado ganar?¿Se han agotado de luchar?¿Están reponiendo fuerzas? ¿Por qué Asturias no trata de tirar del carro y apoyar a sus hermanos leoneses?¿Por qué los sindicatos no están avivando de nuevo la llama de la protesta?¿Cómo es posible que aquellos que nos traspasaron a miles y miles de nosotros unas enormes ganas de luchar parece que estén desunidos y débiles?
Por ello, es necesario que los mineros vuelvan a cargase de la fuerza que nunca han dejado de tener para volver a pelear y, posiblemente, esta vez, a VIDA o MUERTE. Porque lo que parece un goteo lento de golpes, mirado con perspectiva, se está convirtiendo en una paliza a traición y por la espalda a toda la cuenca minera y a sus habitantes, por parte del Gobierno y sus empresarios. Y quienes en aquellas tierras se disfrazan de "defensores de la minería" porque no les queda más remedio son los mismos que en Madrid aprueban, decreto tras decreto, el aplastamiento de ella. Y es algo que se debería tener presente, siempre.
Es imprescindible - y me dirijo directamente a vosotros, sí, a vosotros - que volváis a recuperar ese espíritu de lucha, ese que nos contagiasteis, ese que nos hizo llorar como niños de alegría, ese que nunca olvidaremos miles y miles de trabajadores y parados que, sin dudarlo ni un solo momento, subimos a Madrid a vuestro lado para agradeceros todo lo que, sin apenas daros cuenta, habíais hecho por miles y miles de nosotros.
Nos contagiasteis esa fuerza, esa pureza y esa valentía, que llevamos ahora a cada rincón de la geografía. Allí donde se para un desahucio, donde se organiza una protesta fuerte, donde se corta una calle o una carretera, donde se señala al banquero ladrón, al empresario caradura o al politíco cómplice, está esa luz destellante del casco minero que sobrecogió a la ciudad de Madrid en la noche del 10 al 11 de julio, esa luz a la que se aferran miles de seres humanos ante las tinieblas de los recortes y la pobreza. Por ello, ahora, más que nunca, más que en ningún otro momento de la historia reciente, con más unidad entre vosotros y con total solidaridad entre todos vosotros, debéis volver a encenderla, con fuerza. Porque vuestros hijos, porque vuestras mujeres y vuestros hermanos, vuestros vecinos y vuestros convecinos lo imploran y lo necesitan.
Tratad de dejar a un lado cualquier resquemor, pensad firmemente en el futuro, pensad en el exterminio sistemático al que están sometiendo, con muchos silencios cómplices, a vuestras cuencas mineras. Y cargaros de ánimos para luchar por vuestra tierra. Ojalá que la luz del casco minero vuelva a brillar de nuevo con fuerza. Ojalá que esa luz acabe cegando a esos que sólo entienden de sobres y de comisiones. A esos que sólo saben que ganar dinero a expuertas, teniendo a unas comarcas en un feudalismo que repugna a la sensibilidad humana y a la decencia. Porque esa luz que se encendió en junio y julio, gracias a vosotros y a vuestra fuerza y solidaridad, sigue parpadeando constantemente en miles de rincones del país. Y en el corazón de aquellos que luchan.
¡¡¡¡FUERZA MINEROS!!!
De un amigo que os robó la luz para llevarla a muchas partes. Un abrazo solidario.