Es curioso y poco probable que un viaje te pueda sorprender, pero es casi imposible que un viaje pueda "tocar", aunque sea ligeramente determinados posicionamientos que puedes tener. Si embargo, a mi me ha pasado. El viaje de este fin de semana a Bilbao a visitar el Foro Institucional de JSE y a mis compañeros socialistas de Euskadi me ha hecho ver otra realidad. Realmente fue muy enriquecedor y gratificante por la hospitalidad de los compañeros y compañeras de Euskadi, asi como por el trabajo realizado (al igual que por la fiesta que nos pegamos el sábado por la noche) . Aunque lo que quizá engrandece más a los compañeros del PSOE de Euskadi (cosa que hago extensiva al PP de Euskadi) es su valentía y la firmeza de sus ideas.
Tienes que ser muy valiente para dedicarte a la política y verte en situaciones muy desagradables: un concejal del PSE allí tiene que llevar la sombra de un escol¡ta durante todo el día, y quienes mejor lo tienen son aquellos compañeros que viven en ciudades o pueblos numerosos, porque la peor situación es para aquellos que tienen la gallardía de hacer política o defender sus ideas en una población del interior o de la "Euskadi profunda": además del hecho de tener que llevar escolta, se encuentran con el rechazo o el silencio de sus convecinos. Incluso encuentras serias dificultades para encontrar trabajo, pues al parecer nadie quiere tener a un empleado tan peculiar.
En fin, hoy, que la corrupción moral y la indecencia política de algunos hace que la política sea vista como sucia y mala por parte de la población, solo requiere conocer la vida de los compañeros y compañeras del PSE en los Ayuntamientos del País Vasco para entender que, la inmensa mayoria de ellos aman y trabajan por sus ideas, sacrificando su tiempo, su familia, pero en muchas ocasiones, sacrificando una vida cómoda y sin sobresaltos, sacrificando incluso su propia vida.
Allí el PSE quiere ganar las elecciones para ganar en derechos, para mejorar la vida de sus ciudadanos, pero lo más chocante es que por lo primero que quieren llegar al Gobierno vasco es para convertir la "democracia durmiente" en Democracia para todos.
No entendía muy bien que era eso de democracia durmiente. Luego lo entendí: a diferencia del nacionalismo inclusivista, como el catalán, el nacionalismo vasco ha convertido Euskadi en una democracia adormecida por un sedante llamado nacionalismo que lo absorbe todo: la gente evita dar sus opiniones públicamente, y en algunos sitios tiene que fingir y mostrarse partidario de unas ideas que detesta rabiosamente. Allí, ponerte a hablar de política en público no significa que tus conocidos te llamen pesado o que te muestren una opinión distinta a la tuya: allí, directamente pueden dejar de hablarte porque les incomodas, por que "les puedes meter en un lío". Si a alguien esto le suena a democracia o es muy benevolente o muy iluso. Por contra, a mi me recuerda el escenario de una "dictadura encubierta". Allí donde el silencio es virtud, la prudencia un logro, la disconformidad peligrosa y indeseada; en un lugar así no existe libertad y sin libertad, no existe una democracia de verdad.
Espero poder acudir de colaborador con mis compañeros vascos en las elecciones de febrero/marzo, puesto que lo necesitan y estoy seguro de que muchos de los que allí estuvimos acudiremos, no solo por valentia sino porque creemos en nuestras ideas. No se si me mandarán a Hernani o Mondragón como les señalaba (escandalizados o sorprendidos por la valentía o la osadía mia) o al final no. Pero no me da ningún miedo. Las dictaduras y las falsas democracias se derriban con audacia, no con cobardía
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17 nov 2008
26 oct 2008
¿Salvar una empresa en bancarrota?
El 12 de octubre de 1918, en una sala del Reichtag, los diputados del Partido Socialdemócrata Alemán, debatían acaloradamente. Alemania se había democratizado por "decreto" (realmente por una fria y calculadora maniobra que demostró tener resultado) y el SPD dudaba de entrar al Gobierno del Reich Alemán. En esa discusión, Philipp Scheidemann, se opuso, argumentando que "es de locos entrar en una empresa en bancarrota que estaba a punto de hundirse." Sin embargo, Friedrich Ebert hizo valer su opinión y entraron al Gobierno. 20 días despúes, las masas populares barrieron al Reich alemán e instauraban la República de Weimar. El deseo de los socialdemócratas de intentar, en cierto modo, salvar "lo bueno" del imperio les llevará a la oposición en 1920, y finalmente al gran desastre de 1933. Al final, resulto que Scheidemann tenía razón: Nunca tenían que haber entrado a salvar "una empresa en bancarrota".
Al igual que Scheidemann y Ebert, la izquierda española y la europea, debe hacer una reflexión antes de tomar decisiones en este momento. La crisis económica a la que nos enfrentamos es, sin duda alguna, la más importante desde los años 30. Es importante ver como se repiten los errores de la Humanidad una y otra vez, sin que seamos capaces de corregir nuestros comportamientos. En aquella crisis, la causa fue una excesiva especulación financiera y bursátil, asi como un excesivo endeudamiento de la población estadounidense. Entonces dominaba el mundo la ortodoxia económica liberal, heredada del siglo XIX. Entonces, la administración Hoover reclamaba el libre mercado, ayudaba a los bancos en los problemas, los salarios se congelaban y el poder adquisitivo de las clases medias y populares se estancaba. Y a pesar de ello, dichas medidas sólo sirvieron para que la crisis se convirtiese en depresión económica internacional con tasas de decrecimiento del PIB del -3% al -5%, mientras la deflación hacía que cientos de empresas se hundiesen: el desempleo llegó al 30% en EEUU, al 36% en Alemania y al 20% en el Imperio Británico (GB).
Las soluciones a la Depresión fueron de dos tipos: El New Deal y la adopción del keynesianismo frente al liberalismo ortodoxo por un lado. Y el ascenso de las dictaduras conservadoras y fascistas por otro, con el zénit tras la subida de Hitler al poder por votación democrática, no lo olvidemos. Sólo después de la II Guerra se seguirá el primer camino ampliamente. Antes de ella, la opción preferente fue la "solución de derechas" porque la izquierda europea quedó atolondrada ante la rapidez de los acontecimientos, mientras se peleaba con los comunistas.
La situación actual no se puede asimilar totalmente a la situación de 1929, pero tiene muchos paralelismos importantes: se trata de una crisis sistémica, una crisis no periódica ni ciclica, sino que proviene del mismo funcionamiento, o mejor dicho, de la disfuncionalidad del sistema liberal capitalista. Una crisis derivada de factores como el crédito barato, la especulación financiera, bursátil e inmobiliaria, además de la creación de instrumentos de "magia financiera" insostenibles como se ha demostrado. De nuevo, el libre mercado ha pasado a convertirse en una espiral de avaricia desmedida e inhumana, aceptada como verdad inmutable y que hasta la izquierda europea ha aceptado. Poco a poco, las teorías de Friedman y Hayek, dominantes hasta hace poco tiempo, se han demostrado totalmente falsas: se ha creado más riqueza, pero una riqueza irreal que se volatiliza con las primeras gotas de lluvia. Al final, el todopoderoso libremercado ha tenido que recurrir a medidas antiliberales para poder sobrevivir a la tempestad subprime.
A pesar de todo, creo, que como en 1929, esas medidas que se han tomado son parches para aguantar el "tirón", más que para solucionar el problema. Y el problema es que el modelo thacheriano-friedmaniano ha muerto treinta años después. Y ahora muchos economistas desempolvan los libros de Keynes (incluso los de Marx, agotado en Alemania por primera vez desde 1949) para buscar respuestas a lo que la basura neoliberal no ha podido responder, después de hundir al mundo en el lodo.
Pero conviene que la izquierda realice una profunda reflexión, si está dispuesta a hundirse con un modelo que agoniza en sus errores o por el contrario, se molesta en proponer un nuevo modelo basado en la democracia política y combinado con un sistema económico keynesiano adecuado a las necesidades de la sociedad actual. E incluso, no estaría de más unir lo mejor de ambos sistemas para que, una vez pasada la crisis, la izquierda sea quien consolide un modelo nuevo, más justo, más solidario, más racional y más cercano al que Keynes y otros pensadores, incluso Adam Smith, propugnaban. Que la riqueza surja de las actividades productivas, y no de la especulación, del dinero fácil y del cortoplacismo.
La izquierda tendrá que decidir entre eso, o convertirse en la última valedora de un neoliberalismo muerto, cayendo en la misma trampa que cayeron los socialistas alemanes en 1918. Y acabar ella, pagando los errores de la derecha liberal, de Friedman, de Hayek, de Greenspan, de Bush. Para que después, otra derecha, si acaso más endiablada, se presente como salvadora del mundo, como ya sucedió en 1933. Luego, todos sabemos el resultado de su "salvación". Al final, por salvar una empresa en bancarrota, la bancarrota llegó a la tierra en 1939.
Al igual que Scheidemann y Ebert, la izquierda española y la europea, debe hacer una reflexión antes de tomar decisiones en este momento. La crisis económica a la que nos enfrentamos es, sin duda alguna, la más importante desde los años 30. Es importante ver como se repiten los errores de la Humanidad una y otra vez, sin que seamos capaces de corregir nuestros comportamientos. En aquella crisis, la causa fue una excesiva especulación financiera y bursátil, asi como un excesivo endeudamiento de la población estadounidense. Entonces dominaba el mundo la ortodoxia económica liberal, heredada del siglo XIX. Entonces, la administración Hoover reclamaba el libre mercado, ayudaba a los bancos en los problemas, los salarios se congelaban y el poder adquisitivo de las clases medias y populares se estancaba. Y a pesar de ello, dichas medidas sólo sirvieron para que la crisis se convirtiese en depresión económica internacional con tasas de decrecimiento del PIB del -3% al -5%, mientras la deflación hacía que cientos de empresas se hundiesen: el desempleo llegó al 30% en EEUU, al 36% en Alemania y al 20% en el Imperio Británico (GB).
Las soluciones a la Depresión fueron de dos tipos: El New Deal y la adopción del keynesianismo frente al liberalismo ortodoxo por un lado. Y el ascenso de las dictaduras conservadoras y fascistas por otro, con el zénit tras la subida de Hitler al poder por votación democrática, no lo olvidemos. Sólo después de la II Guerra se seguirá el primer camino ampliamente. Antes de ella, la opción preferente fue la "solución de derechas" porque la izquierda europea quedó atolondrada ante la rapidez de los acontecimientos, mientras se peleaba con los comunistas.
La situación actual no se puede asimilar totalmente a la situación de 1929, pero tiene muchos paralelismos importantes: se trata de una crisis sistémica, una crisis no periódica ni ciclica, sino que proviene del mismo funcionamiento, o mejor dicho, de la disfuncionalidad del sistema liberal capitalista. Una crisis derivada de factores como el crédito barato, la especulación financiera, bursátil e inmobiliaria, además de la creación de instrumentos de "magia financiera" insostenibles como se ha demostrado. De nuevo, el libre mercado ha pasado a convertirse en una espiral de avaricia desmedida e inhumana, aceptada como verdad inmutable y que hasta la izquierda europea ha aceptado. Poco a poco, las teorías de Friedman y Hayek, dominantes hasta hace poco tiempo, se han demostrado totalmente falsas: se ha creado más riqueza, pero una riqueza irreal que se volatiliza con las primeras gotas de lluvia. Al final, el todopoderoso libremercado ha tenido que recurrir a medidas antiliberales para poder sobrevivir a la tempestad subprime.
A pesar de todo, creo, que como en 1929, esas medidas que se han tomado son parches para aguantar el "tirón", más que para solucionar el problema. Y el problema es que el modelo thacheriano-friedmaniano ha muerto treinta años después. Y ahora muchos economistas desempolvan los libros de Keynes (incluso los de Marx, agotado en Alemania por primera vez desde 1949) para buscar respuestas a lo que la basura neoliberal no ha podido responder, después de hundir al mundo en el lodo.
Pero conviene que la izquierda realice una profunda reflexión, si está dispuesta a hundirse con un modelo que agoniza en sus errores o por el contrario, se molesta en proponer un nuevo modelo basado en la democracia política y combinado con un sistema económico keynesiano adecuado a las necesidades de la sociedad actual. E incluso, no estaría de más unir lo mejor de ambos sistemas para que, una vez pasada la crisis, la izquierda sea quien consolide un modelo nuevo, más justo, más solidario, más racional y más cercano al que Keynes y otros pensadores, incluso Adam Smith, propugnaban. Que la riqueza surja de las actividades productivas, y no de la especulación, del dinero fácil y del cortoplacismo.
La izquierda tendrá que decidir entre eso, o convertirse en la última valedora de un neoliberalismo muerto, cayendo en la misma trampa que cayeron los socialistas alemanes en 1918. Y acabar ella, pagando los errores de la derecha liberal, de Friedman, de Hayek, de Greenspan, de Bush. Para que después, otra derecha, si acaso más endiablada, se presente como salvadora del mundo, como ya sucedió en 1933. Luego, todos sabemos el resultado de su "salvación". Al final, por salvar una empresa en bancarrota, la bancarrota llegó a la tierra en 1939.
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