Sorprende y hace sentir vergüenza el cinismo social respecto al drama y a la
tragedia que suponen los desahucios. Ahora, tras varios suicidios si
publicitados (la mayoría jamás han salido en los medios de prensa), parece que
el corazoncito del Gobierno, de los anteriores gobernantes (PSOE), de los
jueces y de la policía existe.
Sorprende, máxime para alguien como yo, quien en septiembre del pasado año participó por primera vez en la paralización de un primer desahucio. Entonces, junto a gente de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, a quienes conocí debido a mi participación entonces en el 15-M, eramos prácticamente unos apestados para todos los arriba citados. Voces que clamábamos en un desierto de incomprensión ante un verdadero drama, fruto no solo de lo malos que son los bancos, sino de un sistema económico que permite, en épocas de crisis, poner en marcha una auténtica trituradora de carne obrera mientras se rescata a los bancos y se rescata a grandes empresas.
Quiza, mucha gente se sorprenda de la defensa a este movimiento antidesahucios tras mis críticas al 15M. Es de justicia reconocer que la participación del 15-M en el movimiento antidesahucios de las PAH ha permitido que este movimiento, anterior al propio 15-M, se visualizará y nutriera de nuevos activistas. Realmente es la única lucha, de las realizadas por el 15M, que tiene verdadero sentido y que merece una colaboración activa. De hecho, desde mi desvinculación con el movimiento 15-M, ha sido la única lucha que activamente he compartido al 90% con el mismo. Porque, a diferencia de las vagas reivindicaciones del 15M, a diferencia del interclasismo ciudadanista, a diferencia de las ideas dudosas del movimiento indignado, en el caso de la PAH –STOP desahucios, se trata de un movimiento que incide directamente en problemas que sufren no los “ciudadanos”, sino el grueso de la clase trabajadora y cuyas soluciones pasan por saltarse muchas de las actuales leyes, empezando por una legislación hipotecaria de principios de siglo.
Lucha que quizá se queda corta en mi opinión: No solo se trata de parar los desahucios. También se trata de denunciar la burbuja inmobiliaria que España vivió de 1998 a 2007, de denunciar el nulo acceso a un derecho fundamental como es la vivienda. De abrir debates que deberían estar abiertos: ¿Es legítima la ocupación de viviendas cuando hay miles de personas sin techo y cuando esas casas pertenecen a bancos y empresas inmobiliarias, receptoras de dinero público? ¿Debe estar el derecho de la vivienda de todos por encima del derecho individual y sacrosanto de la propiedad? En ambas, se pueden figurar la respuesta. Un SI rotundo.
La lucha contra los desahucios ha sido una lucha con tímidos resultados. Pero ciertamente, en este caso, poco a poco, la opinión generalizada de la gente ha ido tomando conciencia del problema, y mostrado, que no es poco, sensibilidad por el tema.
Cuando yo comencé a implicarme en ella gobernaba el Partido Socialista. Un PSOE que rechazó tres veces junto al PP y CiU una iniciativa, promovida por las PAH, donde se solicitaba: La dación en pago, el alquiler social y la moratoria total de los desahucios. Un PSOE que no tenía reparo en enviar a los escuadrones de antidisturbios a apalearnos cuando los activistas tratábamos de evitar el desahucio de una familia de varios miembros, como viví en San Vicente delRaspeig en octubre de 2011, donde junto a dos compañeras agredidas, recibí un cariñoso puñetazo de un miembro de los antidisturbios.
En todos esos casos y en los 400.000 desahucios de familias realizados desde 2008 eran jueces los que dictaban las órdenes de desahucio, policías los que las ejecutaban, el Gobierno socialista primero y el Gobierno del PP después los que las consentían y justificaban. Y solo eramos unos pocos (pocas veces, al menos en Alicante, más de 200 personas) quienes, con el apoyo de gente del 15-M y partidos minoritarios de izquierda (como Izquierda Unida, que siempre apoyó activamente esta lucha) conseguíamos paralizar desahucios y salvar in extremis, a veces con hostias policiales, a algunas familias de una ruina anunciada.
Por eso indigna y da asco. Da asco el cinismo social. Da asco la enorme hipocresía. Da verdadero asco ver ahora al PSOE, que en siete años no fue capaz de hacer nada por evitarlo, alzar la voz e incluso, como en el caso de Alicante, tener algunos concejales la desvergüenza de presentarse en reuniones de la plataforma. Da mucha rabia ver ahora a los medios de comunicación santificar a los jueces porque uno se planta o a los policías porque un sindicato policial trata de lavar su mala imagen. ¿Dónde estaban estos señores, estos hipócritas, cuando cincuenta “perroflautas, vividores, vagos, extremistas de izquierda, radicales antisistema, guarros” (son algunos de los adjetivos que nos han dedicado) conseguían parar un desahucio?
En el fondo, ni los unos ni los otros han cambiado. Ni el PSOE ni el PP, ni CiU se han vuelto sensibles. Simplemente le han visto las orejas al lobo. Empiezan a verle, como en el pasado ha sucedido, las orejas al lobo del estallido social. De gente que tiene todo perdido y que ya, tras creer esta farsa capitalista, no tiene nada más que perder. Por ello, algunos, culpabilizándose ellos de su desdicha, se quitan la vida. Pero al mismo tiempo que otros hacen otra reflexión que comienza a generalizarse y a escucharse (y que es a la que realmente tienen TERROR): “Si lo he perdido todo y no tengo nada que perder, dado que la ley es injusta y solo beneficia a los ricos y a los bancos, quizá es hora de saltarse la ley y aplicar “JUSTICIA” Y pasan cosas como en un pueblo de Burgos donde un vecino prendió fuego a su banco o un trabajador en Valencia que reventó a mazazos el cajero de su antigua oficina. O en Barakaldo, donde tras el suicidio de una mujer, todas las oficinas bancarias aparecieron pintadas: “ASESINOS”
Porque cualquier persona, cualquier trabajador no lobotomizado ni abducido, entiende fácilmente que si a los bancos se les rescata con el dinero de los impuestos de los trabajadores tras haber hecho mal las cosas en su empresa y sin embargo esos mismos bancos no perdonan a quienes, por falta de empleo, no pueden satisfacer sus cuotas y tampoco se rescata o ayuda a esas personas, el sistema está profundamente podrido. Tan podrido como la inmoralidad, que solo puede darse en el libre mercado: que haya tres millones de viviendas vacías y millones de jóvenes, de parados, de gente que ha sido desahuciada y de gente sin techo viviendo en la calle. Tan infame como que se haya nacionalizado las pérdidas de los bancos mientras las viviendas que se quedan los bancos no han sido nacionalizadas ni han pasado al control del Estado, y de ahí, al control de la gente que las necesita de forma urgente.
Por ello, el Gobierno ha tenido que mostrar la cara dura de vender una moratoria contra los desahucios que es un insulto, una burla y una estafa. Y lo es no solo por ser un parche para impedir un estallido social, sino porque lo realiza el mismo gobierno que en marzo aprobó el desahucio express (en solo 15 días) para aquellas personas que viven de alquiler. El mismo gobierno que se vanagloriaba de “poner orden” en el mercado del alquiler (ahora se llama así a dejar a miles de familias en la puta calle).
El Decreto antidesahucios exige ser pobre (ganar menos de 1000 euros al mes la unidad familiar), pero además de ser pobre, cumplir con una serie de requisitos:
Sorprende, máxime para alguien como yo, quien en septiembre del pasado año participó por primera vez en la paralización de un primer desahucio. Entonces, junto a gente de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, a quienes conocí debido a mi participación entonces en el 15-M, eramos prácticamente unos apestados para todos los arriba citados. Voces que clamábamos en un desierto de incomprensión ante un verdadero drama, fruto no solo de lo malos que son los bancos, sino de un sistema económico que permite, en épocas de crisis, poner en marcha una auténtica trituradora de carne obrera mientras se rescata a los bancos y se rescata a grandes empresas.
Quiza, mucha gente se sorprenda de la defensa a este movimiento antidesahucios tras mis críticas al 15M. Es de justicia reconocer que la participación del 15-M en el movimiento antidesahucios de las PAH ha permitido que este movimiento, anterior al propio 15-M, se visualizará y nutriera de nuevos activistas. Realmente es la única lucha, de las realizadas por el 15M, que tiene verdadero sentido y que merece una colaboración activa. De hecho, desde mi desvinculación con el movimiento 15-M, ha sido la única lucha que activamente he compartido al 90% con el mismo. Porque, a diferencia de las vagas reivindicaciones del 15M, a diferencia del interclasismo ciudadanista, a diferencia de las ideas dudosas del movimiento indignado, en el caso de la PAH –STOP desahucios, se trata de un movimiento que incide directamente en problemas que sufren no los “ciudadanos”, sino el grueso de la clase trabajadora y cuyas soluciones pasan por saltarse muchas de las actuales leyes, empezando por una legislación hipotecaria de principios de siglo.
Lucha que quizá se queda corta en mi opinión: No solo se trata de parar los desahucios. También se trata de denunciar la burbuja inmobiliaria que España vivió de 1998 a 2007, de denunciar el nulo acceso a un derecho fundamental como es la vivienda. De abrir debates que deberían estar abiertos: ¿Es legítima la ocupación de viviendas cuando hay miles de personas sin techo y cuando esas casas pertenecen a bancos y empresas inmobiliarias, receptoras de dinero público? ¿Debe estar el derecho de la vivienda de todos por encima del derecho individual y sacrosanto de la propiedad? En ambas, se pueden figurar la respuesta. Un SI rotundo.
La lucha contra los desahucios ha sido una lucha con tímidos resultados. Pero ciertamente, en este caso, poco a poco, la opinión generalizada de la gente ha ido tomando conciencia del problema, y mostrado, que no es poco, sensibilidad por el tema.
Cuando yo comencé a implicarme en ella gobernaba el Partido Socialista. Un PSOE que rechazó tres veces junto al PP y CiU una iniciativa, promovida por las PAH, donde se solicitaba: La dación en pago, el alquiler social y la moratoria total de los desahucios. Un PSOE que no tenía reparo en enviar a los escuadrones de antidisturbios a apalearnos cuando los activistas tratábamos de evitar el desahucio de una familia de varios miembros, como viví en San Vicente delRaspeig en octubre de 2011, donde junto a dos compañeras agredidas, recibí un cariñoso puñetazo de un miembro de los antidisturbios.
En todos esos casos y en los 400.000 desahucios de familias realizados desde 2008 eran jueces los que dictaban las órdenes de desahucio, policías los que las ejecutaban, el Gobierno socialista primero y el Gobierno del PP después los que las consentían y justificaban. Y solo eramos unos pocos (pocas veces, al menos en Alicante, más de 200 personas) quienes, con el apoyo de gente del 15-M y partidos minoritarios de izquierda (como Izquierda Unida, que siempre apoyó activamente esta lucha) conseguíamos paralizar desahucios y salvar in extremis, a veces con hostias policiales, a algunas familias de una ruina anunciada.
Por eso indigna y da asco. Da asco el cinismo social. Da asco la enorme hipocresía. Da verdadero asco ver ahora al PSOE, que en siete años no fue capaz de hacer nada por evitarlo, alzar la voz e incluso, como en el caso de Alicante, tener algunos concejales la desvergüenza de presentarse en reuniones de la plataforma. Da mucha rabia ver ahora a los medios de comunicación santificar a los jueces porque uno se planta o a los policías porque un sindicato policial trata de lavar su mala imagen. ¿Dónde estaban estos señores, estos hipócritas, cuando cincuenta “perroflautas, vividores, vagos, extremistas de izquierda, radicales antisistema, guarros” (son algunos de los adjetivos que nos han dedicado) conseguían parar un desahucio?
En el fondo, ni los unos ni los otros han cambiado. Ni el PSOE ni el PP, ni CiU se han vuelto sensibles. Simplemente le han visto las orejas al lobo. Empiezan a verle, como en el pasado ha sucedido, las orejas al lobo del estallido social. De gente que tiene todo perdido y que ya, tras creer esta farsa capitalista, no tiene nada más que perder. Por ello, algunos, culpabilizándose ellos de su desdicha, se quitan la vida. Pero al mismo tiempo que otros hacen otra reflexión que comienza a generalizarse y a escucharse (y que es a la que realmente tienen TERROR): “Si lo he perdido todo y no tengo nada que perder, dado que la ley es injusta y solo beneficia a los ricos y a los bancos, quizá es hora de saltarse la ley y aplicar “JUSTICIA” Y pasan cosas como en un pueblo de Burgos donde un vecino prendió fuego a su banco o un trabajador en Valencia que reventó a mazazos el cajero de su antigua oficina. O en Barakaldo, donde tras el suicidio de una mujer, todas las oficinas bancarias aparecieron pintadas: “ASESINOS”
Porque cualquier persona, cualquier trabajador no lobotomizado ni abducido, entiende fácilmente que si a los bancos se les rescata con el dinero de los impuestos de los trabajadores tras haber hecho mal las cosas en su empresa y sin embargo esos mismos bancos no perdonan a quienes, por falta de empleo, no pueden satisfacer sus cuotas y tampoco se rescata o ayuda a esas personas, el sistema está profundamente podrido. Tan podrido como la inmoralidad, que solo puede darse en el libre mercado: que haya tres millones de viviendas vacías y millones de jóvenes, de parados, de gente que ha sido desahuciada y de gente sin techo viviendo en la calle. Tan infame como que se haya nacionalizado las pérdidas de los bancos mientras las viviendas que se quedan los bancos no han sido nacionalizadas ni han pasado al control del Estado, y de ahí, al control de la gente que las necesita de forma urgente.
Por ello, el Gobierno ha tenido que mostrar la cara dura de vender una moratoria contra los desahucios que es un insulto, una burla y una estafa. Y lo es no solo por ser un parche para impedir un estallido social, sino porque lo realiza el mismo gobierno que en marzo aprobó el desahucio express (en solo 15 días) para aquellas personas que viven de alquiler. El mismo gobierno que se vanagloriaba de “poner orden” en el mercado del alquiler (ahora se llama así a dejar a miles de familias en la puta calle).
El Decreto antidesahucios exige ser pobre (ganar menos de 1000 euros al mes la unidad familiar), pero además de ser pobre, cumplir con una serie de requisitos:
- Ser familia numerosa. Si no lo eres, te jodes y vives en la calle.
- Tener hijos menores de tres años, que al parecer, con cuatro, para el Gobierno, ya pueden vivir debajo de un puente.
- Tener un familiar con dependencia.
Si no cumples esos requisitos (que solo cumplen el 1% de los ya desahuciados) pues te aguantas y te buscas la vida. Pero lo más sangrante es que esta moratoria de dos años no paraliza los intereses de demora (que superan el 15% y en algunos casos el 25%), con lo cual dentro de dos años esos “beneficiarios” se pueden encontrar que su anterior deuda con el banco ha pasado a duplicarse e incluso a triplicarse.
Por ello, no podemos esperar nada bueno. Ni podemos caer en la ingenuidad de que quien nunca miró por los parados o los trabajadores pasaba a ser “un alma cándida”. En ello no hay mayor interés que impedir un posible estallido social y calmar la irascibilidad de amplios sectores de la población trabajadora o parada.
De lo que si podemos sentirnos orgullosos muchos de los que hemos estado en esta lucha es que hemos ido ganando la batalla de las ideas y obligado a tragar a quienes siempre nos despreciaron. Y por ello, y porque el Decreto Gubernamental no soluciona nada, debemos seguir en la brecha, peleando, concienciando y desenmascarando todos los intentos de parche que han existido y existirán.
En definitiva ir ampliando las reivindicaciones e incidiendo más en ellas. No solo la dación en pago (que seria insuficiente por si sola), sino hasta que se garantice que la Vivienda deje de ser un bien especulativo o un lujo y pase a ser un derecho universal. Cueste lo que cueste.
Si para ello hay que parar desahucios, se pararán. Y si para ello hay que pasarse por el forro la propiedad privada, también habrá que dar el paso. En Sevilla y Barcelona ya lo han dado, y de modo individual muchas familias sin hacer ruido también lo están haciendo.
Porque los derechos nunca se piden. Se pueden pedir y exigir, pero cuando la respuesta es NO, se conquistan. Y si tampoco se deja que sean conquistados, se toman sin preguntar.
Hola, viendo la cosa como esta y que cada vez hay mas desahucios, unos porque la gente es morosa y otros, la mayor parte, porque dada la situación y la crisis no pueden hacer frente a sus obligaciones muy a pesar de ellos, no es de extrañar que cada vez haya mas necesidad de ayuda social, es decir que los que mas tienen ayuden a los que menos tienen y en ese apartado es donde entran las web enfocadas en la localizacion de ayudas y recursos para los mas necesitados. No hay muchas pero siempre hay webs con fines no lucrativos que intentan ayudar a paliar la crisis y la falta de recursos. Gracias y saludos a todos los que visitan blogs tan útiles y prácticos como este.
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