Nos queda la dignidad.

Soy uno de los miles de interinos de Educación que posiblemente cesarán en cualquier momento, sin esperanza de volver a ejercer la actividad por los durísimos recortes en Educación. Recortes que implicarán la masificación de aulas, la pérdida de programas para alumnos con dificultades, la pérdida de puestos de trabajo y la laminación total de la Enseñanza Pública en la Comunidad Valenciana.

El próximo sábado, por ese motivo, me movilizaré y acudiré a la manifestación por la defensa de la Escuela Pública y en contra de los recortes. No sólo por ser docente, ni porque sea uno de los principales afectados por esos recortes, sino porque siempre he defendido que la Educación Pública es la garantía para un futuro mejor. Gracias a ella, proveniendo de una familia muy humilde he podido cumplir mi sueño, que era ejercer la función docente. Sueño que ahora se desvanece.

Pero no quiero incidir en mi, sino en la indignación que siento ante lo que viví el pasado miércoles. Ver como en mi centro se producía el corte de luz, que dejaba a los alumnos sin esta por la desidia de la Administración mientras han derrochado y despilfarrado a manos llenas, y que sólo gracias a las presiones de padres, profesorado e incluso alumnado se restablecía. ¿Es esta la Comunidad Valenciana del progreso y el futuro? ¿Es esta la prósperidad que nos vendían? ¿O es la comunidad de la estafa, la indignidad y la desidia?  Cuando veía los videos de los alumnos en el patio o me veía en una clase sin luz  no podía sino recordar países como Zambia o Zimbawe, aunque luego recordé países como Alemania gracias a nuestros dirigentes autonómicos, a los que la crisis no les afecta.

¡Ya basta de insultos! ¡Basta ya de mentiras! Si los responsables políticos tuvieran la decencia exigible deberían estar presentando su carta inmediata de dimisión, en lugar de presentar excusas a su incompetencia. Asi pasaría en paises como Alemania o Suiza. Pero se me olvidaba que para algunas cosas esta tierra comienza a parecerse a Zimbawe.

Por eso desde aquí hago un llamamiento desesperado a la sociedad, a los padres, a los trabajadores, a la gente joven y a quien sea necesario. No le pido que salga a la calle a reclamar por mis derechos laborales. Eso ya puedo hacerlo yo. Le pido que lo haga por sus familiares, por sus hijos y por las generaciones futuras. Porque lo que está en juego no es solo 8.000 puestos de trabajo y la pérdida de derechos de los trabajadores de la enseñanza. Lo que está en juego es que su hijo, su sobrino, su hermana pueda acudir el año que viene a un colegio o instituto público, que cuente con profesores, que tenga luz y agua en el centro escolar y que tenga el material necesario. Y está en juego por culpa de unos políticos del PP cínicos e irresponsables, que quieren que todos paguemos el precio de su irresponsabilidad. 

Después de lo sucedido en el IES Jorge Juan, y que puede suceder en más centros, es más necesaria que nunca la movilización y la protesta. La unión y la solidaridad.

No permitamos que acabemos como  Grecia, donde las escuelas están cerrando mientras los niños vuelven a pasar hambre por primera vez en 60 años. Movilicémonos masivamente. Luchemos en el presente para no perder hoy mismo el futuro.

Nos queda la palabra y la dignidad.